¿Qué nos dice la historia?

A través de los tiempos, la sangre ha ejercido una especie fascinación sobre los hombres y tal como exponen los historiadores, es fácil imaginar el temor y el terror de nuestros antepasados de las cavernas y de los siglos siguientes que venían escapar de sus heridas o de las de sus compañeros, la sangre de la vida.

En dichas épocas, y durante muchos siglos después, es fluido era considerado como la sede del alma y de las grandes virtudes, desde la bravura a la juventud, desde la fuerza a la sabiduría. En tales condiciones, extraer sangre de un animal que poseía alguna de estas cualidades para darla a quien careciera de ellas, contribuía a transmitírselas.

Se sabe también que los egipcios sometían a baños de sangre de animales a hombre importantes, enfermos, sujetos fatigados o, simplemente, de edad avanzada. Los romanos, mas pragmáticos, cuando asistían a los juegos circenses se lanzaban a la arena tras la muerte de los gladiadores y bebían su sangre, tal como lo describe Plinio el Viejo, en su Historia Natural, el cual protesta enérgicamente contra tales prácticas, basándose en consideraciones de índole moral.

La historia no menciona nada durante un largo período de tiempo concretamente hasta el verano de 1492. En esa época, el Papa Inocencio VIII, viejo y enfermo, recibe la sangre de tres muchachos jóvenes y sanos de su corte. Algunos días mas tarde el enfermo fallece, ” el tónico rejuvenecedor” del que cabe pensar que no fue inyectado por vía venosa ni arterial sino por vía oral, no había surtido el efecto deseado sobre la enfermedad y la vejez, los tres jóvenes prácticamente desangrados fallecieron también. Durante la reinado de Luis XIII en Francia en el año de 1615, se erige en ardiente defensor de la transfusión y describe minuciosamente un método directo con un tubo de plata que cateterizan las arterias.

Se dio un gran paso adelante cuando, en 1628 William describió la circulación sanguínea. Se supera otra etapa importante al describirse la vía intravenosa como posible, tanto para las extracciones como para las inyecciones, gracias a las investigaciones de Francis Porter, vicario de Kilmanton, en 1652, con las transfusiones de un pollo a otro.

A partir de ese momento, los progresos son rápidos y nos llevan hasta los trabajos de James Blundell médico obstreta del Guy`s Hospital de London el cual se le conoce como el padre de la Hemoterapia, pues se le atribuye a el primer acto transfusinal llevado acabo en el hombre a partir de la sangre humana (1768-1837).

Blundell y colaboradores fueron los primeros en describir el shock hemorrágico, shock provocado por la perdida de sangre y corregido perfundiendo dicho producto. Buldell y colaboradores, habían experimentado y demostrado que si tras la exanguinación de un animal se efectuaba una trasfusión con sangre de otro animal de la misma especie, se lograba la reanimación total del receptor. Por el contrario, cuando en la trasfusión se utilizaba sangre de otro animal de distinta especie, la experiencia constituía un fracaso prácticamente en la totalidad de los casos. Por consiguiente, se trata de la primera aproximación un tanto imperfecta a la moderna trasfusión de sangre. Sin embargo, esto no desánimo a los partidarios de la sangre animal y Hesse, 1874, defiende todavía la transfusión con sangre de cordero, sin excluir por ello la utilización de sangre humana.

Karl_Landsteiner,_1920sNadie ignora que Karl Landstiner es el “inventor”, entre otros, de la inmunologia eritrocitaria. Lo que no todo el mundo sabe es que S.C. Shattoct había descrito, en 1899, en el British Medical Journal, la aglutinación de los eritrocitos de un individuo por el suero de otro. Desgraciadamente, la interpretación que dio a dicho fenómeno hizo que su nombre cayera en el olvido. Según este autor, la aglutinación era un hecho patológico y anómalo, que podía observarse en diversas circunstancias: reumatismo, neumonía etc.

Landsteiner no comete este error de interpretación y descubre en 1900 los grupos A,B y O ; el fenotipo AB fue descrito por De Castello y Sturli en 1902. La importancia trasfusional de este descubrimiento no se valora de forma inmediata, siendo discutida la nomenclatura ABO, Moss, en 1910, preconiza una numeración en cifras romanas, transformándose el grupo O en I, lo cual crea una cierta confusión, aunque en 1928, la Sociedad de Naciones adopta la denominación ABO, pero no es hasta la II Guerra Mundial cuando queda de forma definitiva. Hechos similares se producirán con el sistema Rhesus o anti D (Rh). Es sorprendente comprobar que la relación entré los grupos sanguíneos y los accidentes transfusionales se estableció de forma paulatina, en un comienzo 1910 el descubrimiento se aplicaba, sobretodo a la búsqueda de exclusión de paternidad.

La trasfusión entra realmente en su período inmunologico con los trabajos de Hektoen 1907 y Moss en 1914, La guerra de 1914-1918, y desgraciadamente las siguientes de 1939-1945, de Corea, de Vietnam, iban a permitir no solo multiplicar el número de transfusiones de sangre, sino también poner a punto ciertos detalles técnicos, tanto en el aspecto de la extracción o de la conservación como en la practica propiamente dicha del acto transfusional.

Si bien es cierto que con el descubrimiento de la hemoterapia y la aplicación de sus técnicas se ha logrado salvar vidas humanas, no lo es menos que el desconocimiento del medio ha contribuído, en el mejor de los casos, hacer ineficaz la medida terapéutica. Son estas razones las que nos motivan a considerar de gran utilidad para los profesionales sanitarios tener, de forma periódica, información puesta al día, sobre técnicas de hemoterapia que le permitan en todo momento ser lo mas eficaz posible.

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