El acné, también conocido como acné común (acne vulgaris), es una enfermedad inflamatoria de la piel causada por una infección bacteriana debida a cambios de las unidades pilo sebaceas (estructuras de la piel consistentes en un folículo piloso y la glándula sebacea asociada) y que es una congregación de materia.
La condición es común en la pubertad y está considerada como una respuesta anormal ante niveles normales de la hormona masculina testosterona. La respuesta de la mayoría de las personas disminuye con el tiempo y el acné tiende a desaparecer o al menos disminuye después de la pubertad; sin embargo, no hay manera de predecir cuánto tiempo tardará en desaparecer completamente y algunos individuos continuarán sufriendo acné durante décadas después.
Se presenta como una serie de secreciones excesivas de glándulas sebáceas que, combinadas con células muertas de la piel, bloquean el folículo piloso. En ocasiones, también aparece un defecto en el proceso de queratinización de la piel, que conlleva al derrame anormal de los poros del forro cutáneo.
Bajo el poro taponado se producen secreciones de grasa que proveen un entorno perfecto para la bacteria epidérmica Propionibacterium acnes, que produce una infección en el poro que excretará pus, provocando que el acné se multiplique descontroladamente. En respuesta, la piel se inflama produciendo la lesión visible. La cara, el pecho, la espalda, los hombros y los brazos se ven especialmente afectados.
Además de las cicatrices visibles, el acné suele aparecer durante la adolescencia, justo cuando las personas tienden a ser socialmente más inseguras. El acné puede llegar a ser muy molesto con dolores en los poros de la piel y también se convierte en un trauma por motivos de estética.
Se desconoce por qué algunas personas padecen acné y otras no, pero se sabe que es parcialmente hereditario. Se conocen varios factores enlazados al acné:
- Estrés, impulsado por las descargas de las glándulas suprarrenales.
- Actividad hormonal, como los ciclos menstruales en la pubertad
- Glándulas sebáceas hiperactivas, secundariamente a las hormonas citadas abajo.
- Acumulación de células muertas de la piel.
- Bacterias en los poros, a las cuales el cuerpo se vuelve alérgico.
- La irritación cutánea o cualquier forma de rascarse activará la inflamación.
- Algunos medicamentos.
- La exposición a altos niveles de compuestos de cloro.
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